“Si aislamos el pensamiento perdido, el pensamiento pasajero, de origen
indiscernible, entonces empezamos a comprender que estamos desquiciados por el sistema,
que la locura es cotidiana”. Nueve son los cuentos completos de Don Delillo,
nueve relatos de locura que parecen más reales que ir a comprar el pan por la
mañana. La locura es cotidiana, también lo es la ficción que se superpone a la
realidad y que el autor sabe atrapar como cazador de lo invisible.
Entre 1971 y 2011, Delillo ha publicado novelas capitales de la literatura
estadounidense: Cosmópolis, Ruido de Fondo, Underworld, solo por mencionar
algunas. Que el Ángel Esmeralda se inscriba en esta lista de imprescindibles de
la narrativa americana. Momentos cotidianos imbuidos de terror, la certeza de una
amenaza entre cada minuto del reloj. No es que no suceda todo el tiempo, pero
en estos relatos es síntoma de algo mayor y siniestro, sin forma ni sentido.
Hay verdadero terror en sus cuentos, un dolor ancestral y primitivo que
acecha entre los pliegues de la ropa, una lamparilla, un vaso de agua que se
vuelca. Momentos humanos de la Tercera Guerra Mundial se halla entre los más
notables, donde entre incendios cuánticos una sudadera de basquetbol logra
imprimir un horror más allá de la muerte: el horror de la vida y la futilidad
de sus momentos.
Personajes vivos pero fantasmales, delusiones que se funden con la
realidad, la vida interior opuesta a la generalidad, y piadosos autoengaños
componen los ejes de relatos en los que sus personajes construyen mundos
propios a través de símbolos y conjeturas. Físicamente no sucede demasiado pero
empiezan a erguirse frágiles e invisibles estructuras que son el mundo vivo de
los personajes en la tierra que gira para nadie.
El orden cronológico de los relatos confirma la lucidez y vigencia del
autor, la transformación de las sociedades y sin embargo el mismo terror, algo
incrustado entre los dos hemisferios del cerebro humano. Hay que decirlo “nadie
escribe mejor que Don Delillo” en palabras de Paul Auster, frase que se dirá y
repetirá y que en los años por venir no perderá sentido.
Publicado en Buensalvaje
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