domingo, 12 de octubre de 2014

El Decameron - Pier Paolo Pasolini


“Para qué crear un obra de arte, si soñar con ella es mucho más hermoso”, las historias del Decameron parecen decir lo mismo sobre la vida. Soñar cosas extraordinarias puede ser más bello que esperar que pasen y cuando suceden puede que no colmen las expectativas, como puede que las superen. En cualquier caso, el Decameron (1971) de Pasolini adapta las historias de la obra homónima de Boccaccio, en la que se encuentran representados diversos aspectos del acontecer humano: la suerte, la ironía, el sexo, la muerte, el arte y el absurdo que beneficia o trae desgracias no obstante la calidad moral de las personas.

Esta sería la primera película de la “Trilogía de la vida”, que completan Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), clásicos de la literatura que resumen con honestidad y sin reparos todos los aspectos y temas fundamentales de la naturaleza del hombre. Usando actores no profesionales y locaciones reales en la antigua Italia, la gente de a pie del siglo XIV regresa con todas sus expresiones desmesuradamente grotescas o ingenuas, y con sus amores y malicias que son las mismas de siempre, solo que exacerbadas por la cotidaneidad de la ignorancia en el oscurantismo.

Sin embargo, en aquel libertinaje popular opuesto al rigor de la intolerancia medieval hay una autenticidad que asusta, deslumbra y se transforma en comedia cuando reflejados en aquellos campesinos bonachones y embusteros pueden observarse a los ciudadanos de las grandes metrópolis de hoy.

De los cien relatos que componen el Decameron, el director escoge los que de forma breve y en conjunto presentan el espectro más amplio de la vida humana, a saber: historia de Andreuccio de Perugia, del Discipulo de Gioto, Lisabetta de Messina, entre otros. El propio Pasolini interpreta al pintor y pronuncia la cita párrafos arriba. Quizá con algo de suspicacia y porque en el cine los grandes directores dejan poco al azar, es posible inferir que hubo un sentido en la elección de ese papel, si suponemos que él pinta con la cámara los cuentos de Boccaccio.

El Decameron es una celebración de la vida a través de sus aspectos más crudos y fecundos pero siempre honestos: lujuria, malicia, humor e inocencia; donde también se discuten el amor, la muerte, el significado de la vida y el aburrimiento, al que ciertamente esta película despacha de un picaresco puntapié y en cualquier momento que siempre viene bien, la risa.


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