jueves, 23 de octubre de 2014

Nada se mueve

No las vimos colapsar hasta que
unas bandadas de libros
huyeron arrobadas y benditas
el derrumbe de las altas torres
que sostienen las estrellas
deshaciéndonos el rostro a presión de
farallones que de cólera se abisman.

Demasiado tarde y es la hora de
rompernos la cabeza con las manos
y mordernos las rodillas
furiosos como gallos oprimidos en
los puños de colosos derrotados.

Tormenta contenida en antebrazos
de martillos soldados a los codos,
música de sangre y hielo rotos a los
pies de inmortales niños devorados.

No hay muerte a dentelladas con justicia
no hay luz del sol entre las rocas
submarinas que no sean años luz
devueltos a los árboles que nacen
en las conchas del espacio primitivo.

En la última noche de las cosas
las auroras pierden memoria de los días
la muerte no disfruta de la prensa
que se ajusta sobre el cráneo vivo
sino en su deshacer lumínico de
escamas y de plumas.

Transformados en fértil criatura
nos arrancaremos las entrañas con la
garra de mil soles arrasados por la lluvia 
en los inmóviles jardines de los cuadros.


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